A los orientadores y orientadoras se nos plantea cada vez con mayor frecuencia la necesidad de trabajar con la inteligencia emocional del alumnado, por muy diversos motivos, entre los que están conocer el perfil emocional de los mismos para adaptar los estilos de enseñanza a su propio estilo de aprendizaje, por lo que sería fundamental incluir la perspectiva emocional a la hora de realizar evaluaciones psicopedagógicas. No obstante, pensamos que no sólo es importante conocer el perfil emocional, sino que es necesario incidir en el mismo. Creemos que nos será más fácil acertar si huimos de paralelismos con el concepto de inteligencia referido a la inteligencia más clásica, la que ahora podríamos denominar inteligencia cognitiva. Por este motivo, preferimos hablar de desarrollo emocional, más que de inteligencia emocional. Porque pretendemos desarrollar la capacidad de “emocionarnos”, más que conformarnos con la capacidad que ya podamos tener.

No podemos tener duda de que la capacidad para manejar nuestro mundo emocional y afectivo nos será de tanta utilidad, como las habilidades que nos proporcionará esa inteligencia clásica o cognitiva. A la hora de regular el comportamiento en colectividad, en la relación de unos alumnos con otros y con el profesorado, es muy útil un buen manejo emocional, así como a la hora de enfrentarse cada alumno con las tareas que su vida como estudiante le plantea; por ejemplo, ante la frustración de un suspenso, ante las dificultades que alguna asignatura pueda presentar, ante la pereza de ponerse a estudiar cada día, cuando lo que más apetece es salir con los amigos o amigas, o simplemente ante el deseo de no hacer nada…

Está claro, pues, que en la orientación se necesita abordar cada vez más esta educación emocional, y que cada vez se oirá más en la enseñanza de la misma y en el mundo laboral se exigirá mayor formación sobre el tema porque será cada vez más necesario para cualquier profesional saber superar las frustraciones y fracasos, actuar sensatamente en la toma de decisiones, poner en juego su sentido de la responsabilidad a la hora de organizar su trabajo diario y un largo etc.

Para abordar la educación emocional, no será necesario poner en práctica una serie de dinámicas grupales encaminadas a veces inocentemente a producir una transformación y maduración acelerada del alumnado que participa en ellas, sino el poner cauces para que dicho alumnado se conozca mejor a sí mismo, sepa qué función tienen sus emociones y cómo es aconsejable ponerlas en marcha, huyendo de la creencia generalizada de que las emociones son equivalente a descontrol y que es inútil intentar darle sentido y cauce.

En definitiva, el estudio del desarrollo emocional y la educación emocional, se han convertido en la clave para adaptarse con éxito al cambiante mundo laboral al que nos enfrentamos, son de vital importancia en la mejora de la calidad de vida, así como para la mejora del rendimiento académico y profesional.

Ricardo Morgado Giraldo, Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación (Psicología) y en Geografía e Historia. Doctor en Antropología Social. Orientador del I.E.S. Santa Aurelia de Sevilla; además es profesor asociado en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla.

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